Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
La piel de un bebé es bien distinta de la de un adulto, ya que la denominada capa córnea del primero es más delgada –entre un 20-30% más fina– y, además, las células de la epidermis son menos adherentes entre sí, lo que quiere decir que la piel del bebé es mucho más permeable que la de un adulto.
A la hora de seleccionar un producto, tenemos que tener en cuenta esa permeabilidad, ya que todo producto aplicado tópicamente va a penetrar más hacia el interior, generando un riesgo de toxicidad o alergia.
Además, la grasa subcutánea es mucho menor en la piel de un bebé, y también la secreción de sebo, lo que implica que las defensas que los bebés tienen frente a las inclemencias climatológicas y los cambios de temperatura sean más bajas, por ejemplo, con el enrojecimiento de los mofletes al pasar un buen rato en la calle durante el invierno.
Otra característica importante de la piel del bebé es que su pH está en torno a 7, mientras que el pH de la piel de un adulto se encuentra en torno al 5,5-6,5. Como es más alto, la defensa frente a los alérgenos y las bacterias es menor, y por ello tienen un mayor riesgo de sufrir infecciones que los adultos.
Si tenemos en cuenta, por tanto, las características específicas de su piel, debemos elegir productos específicamente elaborados para cuidar esta piel tan frágil o sensible. En el caso de la higiene, es importante que estén libres de jabón, ya que resulta muy agresivo, y existen tensioactivos naturales mucho más respetuosos a nuestro alcance.
Si además son enriquecidos por agentes nutritivos, como la manteca de carité o la de illipe, a la vez que estamos llevando a cabo sus cuidados personales de higiene, también estamos aplicando un efecto reepitelizante, es decir, para proteger y regenerar los tejidos de la epidermis.
Tras terminar cada baño, es aconsejable nutrir e hidratar la piel del bebé para incrementar la protección frente a las agresiones externas. A falta de sebo, empleamos las mantecas anteriormente nombradas para nutrir su piel. El aloe vera también produce un efecto calmante muy beneficioso.
En invierno, resulta muy importante proteger especialmente las zonas más expuestas: la cara y las manos son zonas que sufren el frío, los cambios de temperatura bruscos y las inclemencias climatológicas. En esta línea, recomendamos productos ricos en glicerina o cera de abeja, que son un poco más untuosos para que la protección sea mucho mayor en esa zona.
entrada anterior